viernes, 24 de abril de 2009

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Vida de San Agustin

VIDA DE SAN AGUSTÍN

Nació el 13 de noviembre de 354 en Tagaste. Su padre, llamado Patricio, era aún pagano cuando nació su hijo. Su madre, Santa Mónica le enseñó a su hijo los principios básicos de la religión cristiana y al ver cómo el joven Agustín se separaba del camino del cristianismo se entregó a la oración constante en medio de un gran sufrimiento. Sus padres eran ciudadanos de buena posición, aunque no muy ricos. De esta unión nacieron tres hijos: Agustín, otro hijo varón llamado Navigio y una hija, Perpetua, que había de ser abadesa.

San Agustín estaba dotado de una gran imaginación y de una extraordinaria inteligencia. Se destacó en el estudio de las letras. Mostró un gran interés hacia la literatura, especialmente la griega clásica y poseía gran elocuencia. Durante sus años de estudiante en Cartago desarrolló una irresistible atracción hacia el teatro. Allí mismo en Cartago se destacó por su genio retórico y sobresalió en concursos poéticos y certámenes públicos. Aunque se dejaba llevar ciegamente por las pasiones humanas y mundanas, y seguía abiertamente los impulsos de su espíritu sensual y mujeriego, no abandonó sus estudios, especialmente los de filosofía. El propio Agustín hace una crítica muy dura y amarga de esta etapa de su juventud en sus Confesiones.

A los diecinueve años, la lectura de Hortensius de Cicerón despertó en la mente de Agustín el espíritu de especulación y así se dedica de lleno al estudio de la filosofía. Además, será en esta época cuando el joven Agustín conocerá a una mujer con la que mantendrá una relación estable de catorce años y con la cual tendrá un hijo: Adeodatus, nombre que significa dado por Dios.

En su búsqueda incansable de respuesta al problema de la verdad, Agustín pasa de una escuela filosófica a otra sin que encuentre en ninguna una verdadera respuesta a sus inquietudes. Finalmente abraza el maniqueísmo creyendo que en este sistema encontraría un modelo según el cual podría orientar su vida. Varios años siguió esta doctrina y solamente la abandonó después de hablar con el obispo Fausto. Ante tal decepción, se convenció de la imposibilidad de llegar a alcanzar la plena verdad, y por ello se hizo escéptico.

En 383, decide partir para Roma, su madre le acompaña en este viaje. En Roma enferma de gravedad y gracias a su amigo y protector Símaco, prefecto de Roma fue nombrado "magister rhetoricae" en Mediolanum (actual Milán). Mónica enfermó en Ostia y pronto murió. Luego marchó a Roma para hablar públicamente contra el maniqueísmo y un año transcurrió antes de que se embarcase para África. Fue durante ese período cuando Agustín escribió sus dos libros inacabados de los Soliloquios. En Tagaste se estableció con algunos amigos en su vieja casa y allí se quedó durante cerca de tres años. Pronto su vida volvió a ensombrecerse por la muerte de Adeodatus, brillante muchacho de 17 años.

Durante nueve años dirigió escuelas de retórica y de gramática en Tagaste y en Cartago. Una vez en Roma abrió una escuela de retórica, pero dicha escuela no tuvo éxito financiero. Sucedió entonces que Symmachus, prefecto de Roma, recibió órdenes de la capital imperial de Milán para que enviase allá un maestro de retórica. Agustín se presentó como aspirante al cargo y, dando pruebas de su competencia, pudo obtenerlo. Mónica viajó hasta Milán, pues todavía no había abandonado las esperanzas de ver a su hijo convertido en cristiano. Además deseaba casarlo debidamente con una muchacha de su edad. Logró persuadirlo para que enviase a la madre de Adeodatus al África, en donde, según se cree, entró en un convento.

Fue en Milán donde se produjo la última etapa antes de su conversión: empezó a asistir como catecúmeno a las celebraciones litúrgicas del obispo Ambrosio, quedando admirado de sus predicaciones y su corazón. Entonces decidió romper definitivamente con el maniqueísmo. Esta noticia llenó de gozo a su madre que se encargó de buscarle un matrimonio acorde con su estado social y dirigirle hacia el bautismo. Los platónicos le ayudaron a resolver el problema del materialismo y el del mal. San Ambrosio le ofreció la clave para interpretar el Antiguo Testamento y encontrar en la escritura la fuente de la fe. Por último san Pablo le ayudó a solucionar el problema de la mediación y de la gracia. Ya sólo quedaba la crisis decisiva, estando en el jardín con su amigo Alipio, reflexionando sobre el ejemplo de Antonio, oyó la voz de un niño de una casa vecina que decía: toma y lee y entendiéndolo como una invitación divina, cogió la Biblia, la abrió por las cartas de Pablo y leyó el pasaje Rom 13, 13ss: “Como en pleno día, procedamos dignamente: basta de excesos en la comida y en la bebida, basta de lujuria y libertinaje, no más peleas ni envidias”. Al llegar al final de esta frase se desvanecieron todas las sombras de duda.

En 386 se consagra al estudio formal y metódico de las ideas del cristianismo. Renuncia a su cátedra y unos compañeros a Casiciaco, cerca de Milán para dedicarse por completo al estudio y a la meditación. El 23 de abril de 387, a los treinta y tres años de edad, es bautizado en Milán por el santo obispo Ambrosio. Ya bautizado, regresa a África, pero antes de embarcarse, su madre Mónica muere en Ostia, el puerto cerca de Roma.

Cierto día un cristiano africano llamado Ponticiano, vino a visitar a Agustín y a su amigo Alipius. Aprovechó la ocasión para hablar de la Vida de San Antonio y quedó asombrado al comprobar que los jóvenes ni siquiera conocían el nombre de Antonio. Ávidamente escucharon la historia de aquella santa vida. La visita afectó mucho a Agustín; sus debilidades y vacilaciones le fueron reveladas. Cuando Ponticiano se marchó, Agustín se volvió hacia Alipius con estas palabras: "¿Cómo dejamos que los que nada saben se encaminen y consigan el Cielo por la fuerza, mientras nosotros, con toda nuestra ciencia, languidecemos atrás, cobardes e insensibles, encenagándonos en nuestros pecados? ¿Porque nos han sobrepujado y han caminado antes que nosotros sentiremos vergüenza de seguirlos? ¿No es más vergonzoso dejar de seguirlos?" Agustín salió al jardín, seguido de Alipius, y se sentaron a cierta distancia de la casa. El primero sentía la agonía de su conflicto, entre el requerimiento del Espíritu Santo que le instaba a la castidad y el recuerdo seductor de sus pecados. Adentrándose solo por el jardín, se acostó bajo una higuera, sollozando "¿Hasta cuándo, Señor? ¿Estarás enojado para siempre? ¡No te acuerdes de mi pasada iniquidad!" Y mientras yacía allí, desesperado, oyó de repente una voz infantil que repetía: "Tolle, lege. Tolle, lege" (¡Toma, lee! ¡Toma, lee!) Se quedó pensando si habría algún juego en el cual los niños dijeran esas palabras, pero no pudo recordar haberlo oído nunca. Interpretando la voz como de origen divino, Agustín volvió donde Alipius se hallaba sentado, abrió las Epístolas de San Pablo a la ventura y fijó los ojos sobre estas palabras: "No en embriaguez ni borrachera, no en libertinaje ni en lascivia, no en disputa ni en envidias. Sino puesto en el Señor Jesucristo y, en cuanto a la carne, no toméis en cuenta su concupiscencia." Agustín tuvo inmediatamente una sensación de alivio, como si su larga lucha hubiera terminado. Señaló aquel pasaje a Alipius, quién siguió leyendo: "Pero aquél que sea débil en la fe recibid sin disputar sobre opiniones." Entonces ambos fueron a relatar lo acontecido a Mónica, la cual se regocijó y alabó a Dios. La conversión de San Agustín ocurrió durante el mes de septiembre del año 386, cuando Agustín contaba 32 años.

Cuando llegó a Tagaste vendió todos sus bienes y el producto de la venta lo repartió entre los pobres. Se retiró con unos compañeros a vivir en una pequeña propiedad para hacer allí vida monacal. Años después esta experiencia será la inspiración para su famosa Regla.

El 391 viajó a Hipona para buscar un lugar donde abrir un monasterio y vivir con sus hermanos, pero durante una celebración litúrgica fue elegido por la comunidad para que fuese ordenado sacerdote, a causa de las necesidades del obispo de Hipona, Valerio. Aceptó esta brusca elección con lágrimas en los ojos, pues al principio se negaba con gritos y lágrimas a aceptarla.

En el año 395, Agustín fue consagrado obispo y coadjutor de Valerius y, poco después de la muerte de éste, le sucedió. Durante su obispado fundó una comunidad de mujeres religiosas de la cual fue abadesa su hermana Perpetua. Durante sus 35 años como obispo de Hipona, Agustín defendió constantemente la fe contra las herejías o el paganismo. En el año 404 discutió públicamente con un famoso jefe maniqueo llamado Félix. El debate terminó de modo dramático cuando Félix confesó la fe católica y pronunció el anatema sobre Manes y sus blasfemias.

San Agustín comienza la búsqueda de la verdad de una manera casi desesperada. Ya a los diecinueve años se pasó al racionalismo y rechazó la fe en nombre de la razón. Sin embargo, poco a poco va descubriendo que la razón y la fe no se oponen, sino que su relación es de colaboración. La fe es un modo de pensar asistiendo, si no existiese el pensamiento, no existiría la fe. Por eso la inteligencia es la recompensa de la fe. La fe y la razón son dos campos que necesitan ser equilibrados y complementados.

Leyó y conoció de memoria muchas obras de filósofos, entré ellas estaban las de Cicerón, Varrón, Séneca, Plotino y Porfirio. Sintió preferencia por los neoplatónicos que ejercieron una gran influencia en él, pero a los que corrigió. Esta predilección se basó en considerarles los filósofos clásicos más cercanos al cristianismo y por haber dado vida a una enseñanza común de la verdadera filosofía. Los principios que componen y en los que se inspira la filosofía de San Agustín son la interioridad, participación e inmutabilidad.

Doctrina trinitaria

Comienza con la profesión de fe, expone las dificultades e interroga a las Escrituras para responder a aquellas. Estudia la unidad y propiedades de las tres personas divinas, las procesiones y misiones, las operaciones hacia fuera de la Trinidad (que son comunes a las tres personas divinas), propone la doctrina de las relaciones y recurriendo a la imagen de la Trinidad en el hombre, encaminando a éste al amor y a la contemplación de la Trinidad.

Nos explica la igualdad (misma naturaleza) y distinción (distintas relaciones) de las personas divinas y la simplicidad de Dios, por la cual las personas se identifican con la naturaleza divina.

También son suyas la teología del Espíritu Santo y la explicación psicológica de la Trinidad:

  • El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, pero principalmente del Padre, pues el Padre, que es el principio de la deidad, concede al Hijo el expirar el Espíritu Santo, éste procede como Amor y, por tanto, no es engendrado.
  • La explicación psicológica de la Trinidad permite, ilustrar, a la vez, el misterio del hombre, cre ado a imagen de Dios. Esta imagen sólo la encuentra en el hombre interior y la expresa con esta fórmula: memoria, inteligencia y voluntad.

Doctrina cristológica

Gran claridad en la formulación: una persona en dos naturalezas. Defiende la doctrina contra todas las herejías y presenta a Cristo como ejemplo diáfano de la gratuidad de la gracia.

Expresa la unidad de la persona y dualidad de las naturalezas en Cristo de la siguiente manera: Aquel que es Dios es también hombre, y aquel que es hombre es también Dios; no por la confusión de las naturalezas, sino por la unidad de la persona. Esta unión es admirable y la mejor analogía es la unión que se produce en el hombre, la del cuerpo y del alma en la unidad de la persona. En virtud de la comunicación de idiomas Agustín defiende que Dios ha nacido, que Dios ha sido crucificado, que Dios ha muerto.

La iglesia es uno de los temas centrales de San Agustín. La estudió como hecho histórico, los motivos de su credibilidad y como comunión y cuerpo místico de Cristo. Cuando habla de ella se puede referir a la comunidad de fieles, a la comunidad de los justos, o a la comunidad de los predestinados.

Defiende su unidad, catolicidad, apostolicidad y santidad. Asegura que el bautismo es válido también fuera de la iglesia aunque aproveche sólo en ella. La Iglesia se extiende más allá de sus confines institucionales y tiende hacia la eternidad. Es, aunq

ue no exclusivamente, escatológica, pues sólo entonces los pecadores serán separados de los justos.

Soluciona el problema de la presencia de los pecadores en la iglesia diciendo que es un cuerpo mixto y que los pecadores no contaminan las virtudes de los buenos, por eso sigue santa aún a pesar de aquellos. Los pecadores forman parte de la iglesia sólo en apariencia, los justos poseen realmente la justicia, son hijos de Dios. La espiritualidad agustiniana se orienta al culto y amor de la Trinidad, tiene por centro a Cristo, se da dentro de la vida de la iglesia, su tarea es la restauración de la imagen de Dios en el hombre y se nutre de la sabiduría de las Escrituras.

Agustín murió en Hipona el 28 de agosto de 430 durante el sitio al que los vándalos de Genserico sometieron a la ciudad durante la invasión de la provincia romana de África. Su cuerpo, en fecha incierta, fue trasladado a Cerdeña y, hacia el 725, a Pavía, a la basílica de San Pietro in Ciel d'Oro, donde reposa hoy.

infancia y juventud

INFANCIA Y JUVENTUD

Nació el 13 de noviembre de 354 en Tagaste. Su padre, llamado Patricio, era aún pagano cuando nació su hijo. Su madre, Santa Mónica le enseñó a su hijo los principios básicos de la religión cristiana y al ver cómo el joven Agustín se separaba del camino del cristianismo se entregó a la oración constante en medio de un gran sufrimiento. Sus padres eran ciudadanos de buena posición, aunque no muy ricos. De esta unión nacieron tres hijos: Agustín, otro hijo varón llamado Navigio y una hija, Perpetua, que había de ser abadesa.

San Agustín estaba dotado de una gran imaginación y de una extraordinaria inteligencia. Se destacó en el estudio de las letras. Mostró un gran interés hacia la literatura, especialmente la griega clásica y poseía gran elocuencia. Durante sus años de estudiante en Cartago desarrolló una irresistible atracción hacia el teatro. Allí mismo en Cartago se destacó por su genio retórico y sobresalió en concursos poéticos y certámenes públicos. Aunque se dejaba llevar ciegamente por las pasiones humanas y mundanas, y seguía abiertamente los impulsos de su espíritu sensual y mujeriego, no abandonó sus estudios, especialmente los de filosofía. El propio Agustín hace una crítica muy dura y amarga de esta etapa de su juventud en sus Confesiones.

A los diecinueve años, la lectura de Hortensius de Cicerón despertó en la mente de Agustín el espíritu de especulación y así se dedica de lleno al estudio de la filosofía. Además, será en esta época cuando el joven Agustín conocerá a una mujer con la que mantendrá una relación estable de catorce años y con la cual tendrá un hijo: Adeodatus, nombre que significa dado por Dios.


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camino a la verdad: estudios y viajes

CAMINO A LA VERDAD: ESTUDIOS Y VIAJES

En su búsqueda incansable de respuesta al problema de la verdad, Agustín pasa de una escuela filosófica a otra sin que encuentre en ninguna una verdadera respuesta a sus inquietudes. Finalmente abraza el maniqueísmo creyendo que en este sistema encontraría un modelo según el cual podría orientar su vida. Varios años siguió esta doctrina y solamente la abandonó después de hablar con el obispo Fausto. Ante tal decepción, se convenció de la imposibilidad de llegar a alcanzar la plena verdad, y por ello se hizo escéptico.

En 383, decide partir para Roma, su madre le acompaña en este viaje. En Roma enferma de gravedad y gracias a su amigo y protector Símaco, prefecto de Roma fue nombrado "magister rhetoricae" en Mediolanum (actual Milán). Mónica enfermó en Ostia y pronto murió. Luego marchó a Roma para hablar públicamente contra el maniqueísmo y un año transcurrió antes de que se embarcase para África. Fue durante ese período cuando Agustín escribió sus dos libros inacabados de los Soliloquios. En Tagaste se estableció con algunos amigos en su vieja casa y allí se quedó durante cerca de tres años. Pronto su vida volvió a ensombrecerse por la muerte de Adeodatus, brillante muchacho de 17 años.

Durante nueve años dirigió escuelas de retórica y de gramática en Tagaste y en Cartago. Una vez en Roma abrió una escuela de retórica, pero dicha escuela no tuvo éxito financiero. Sucedió entonces que Symmachus, prefecto de Roma, recibió órdenes de la capital imperial de Milán para que enviase allá un maestro de retórica. Agustín se presentó como aspirante al cargo y, dando pruebas de su competencia, pudo obtenerlo. Mónica viajó hasta Milán, pues todavía no había abandonado las esperanzas de ver a su hijo convertido en cristiano. Además deseaba casarlo debidamente con una muchacha de su edad. Logró persuadirlo para que enviase a la madre de Adeodatus al África, en donde, según se cree, entró en un convento.

Fue en Milán donde se produjo la última etapa antes de su conversión: empezó a asistir como catecúmeno a las celebraciones litúrgicas del obispo Ambrosio, quedando admirado de sus predicaciones y su corazón. Entonces decidió romper definitivamente con el maniqueísmo. Esta noticia llenó de gozo a su madre que se encargó de buscarle un matrimonio acorde con su estado social y dirigirle hacia el bautismo. Los platónicos le ayudaron a resolver el problema del materialismo y el del mal. San Ambrosio le ofreció la clave para interpretar el Antiguo Testamento y encontrar en la escritura la fuente de la fe. Por último san Pablo le ayudó a solucionar el problema de la mediación y de la gracia. Ya sólo quedaba la crisis decisiva, estando en el jardín con su amigo Alipio, reflexionando sobre el ejemplo de Antonio, oyó la voz de un niño de una casa vecina que decía: toma y lee y entendiéndolo como una invitación divina, cogió la Biblia, la abrió por las cartas de Pablo y leyó el pasaje Rom 13, 13ss: “Como en pleno día, procedamos dignamente: basta de excesos en la comida y en la bebida, basta de lujuria y libertinaje, no más peleas ni envidias”. Al llegar al final de esta frase se desvanecieron todas las sombras de duda.

En 386 se consagra al estudio formal y metódico de las ideas del cristianismo. Renuncia a su cátedra y unos compañeros a Casiciaco, cerca de Milán para dedicarse por completo al estudio y a la meditación. El 23 de abril de 387, a los treinta y tres años de edad, es bautizado en Milán por el santo obispo Ambrosio. Ya bautizado, regresa a África, pero antes de embarcarse, su madre Mónica muere en Ostia, el puerto cerca de Roma.

Cierto día un cristiano africano llamado Ponticiano, vino a visitar a Agustín y a su amigo Alipius. Aprovechó la ocasión para hablar de la Vida de San Antonio y quedó asombrado al comprobar que los jóvenes ni siquiera conocían el nombre de Antonio. Ávidamente escucharon la historia de aquella santa vida. La visita afectó mucho a Agustín; sus debilidades y vacilaciones le fueron reveladas. Cuando Ponticiano se marchó, Agustín se volvió hacia Alipius con estas palabras: "¿Cómo dejamos que los que nada saben se encaminen y consigan el Cielo por la fuerza, mientras nosotros, con toda nuestra ciencia, languidecemos atrás, cobardes e insensibles, encenagándonos en nuestros pecados? ¿Porque nos han sobrepujado y han caminado antes que nosotros sentiremos vergüenza de seguirlos? ¿No es más vergonzoso dejar de seguirlos?" Agustín salió al jardín, seguido de Alipius, y se sentaron a cierta distancia de la casa. El primero sentía la agonía de su conflicto, entre el requerimiento del Espíritu Santo que le instaba a la castidad y el recuerdo seductor de sus pecados. Adentrándose solo por el jardín, se acostó bajo una higuera, sollozando "¿Hasta cuándo, Señor? ¿Estarás enojado para siempre? ¡No te acuerdes de mi pasada iniquidad!" Y mientras yacía allí, desesperado, oyó de repente una voz infantil que repetía: "Tolle, lege. Tolle, lege" (¡Toma, lee! ¡Toma, lee!) Se quedó pensando si habría algún juego en el cual los niños dijeran esas palabras, pero no pudo recordar haberlo oído nunca. Interpretando la voz como de origen divino, Agustín volvió donde Alipius se hallaba sentado, abrió las Epístolas de San Pablo a la ventura y fijó los ojos sobre estas palabras: "No en embriaguez ni borrachera, no en libertinaje ni en lascivia, no en disputa ni en envidias. Sino puesto en el Señor Jesucristo y, en cuanto a la carne, no toméis en cuenta su concupiscencia." Agustín tuvo inmediatamente una sensación de alivio, como si su larga lucha hubiera terminado. Señaló aquel pasaje a Alipius, quién siguió leyendo: "Pero aquél que sea débil en la fe recibid sin disputar sobre opiniones." Entonces ambos fueron a relatar lo acontecido a Mónica, la cual se regocijó y alabó a Dios. La conversión de San Agustín ocurrió durante el mes de septiembre del año 386, cuando Agustín contaba 32 años.

Cuando llegó a Tagaste vendió todos sus bienes y el producto de la venta lo repartió entre los pobres. Se retiró con unos compañeros a vivir en una pequeña propiedad para hacer allí vida monacal. Años después esta experiencia será la inspiración para su famosa Regla.

El 391 viajó a Hipona para buscar un lugar donde abrir un monasterio y vivir con sus hermanos, pero durante una celebración litúrgica fue elegido por la comunidad para que fuese ordenado sacerdote, a causa de las necesidades del obispo de Hipona, Valerio. Aceptó esta brusca elección con lágrimas en los ojos, pues al principio se negaba con gritos y lágrimas a aceptarla.

En el año 395, Agustín fue consagrado obispo y coadjutor de Valerius y, poco después de la muerte de éste, le sucedió. Durante su obispado fundó una comunidad de mujeres religiosas de la cual fue abadesa su hermana Perpetua. Durante sus 35 años como obispo de Hipona, Agustín defendió constantemente la fe contra las herejías o el paganismo. En el año 404 discutió públicamente con un famoso jefe maniqueo llamado Félix. El debate terminó de modo dramático cuando Félix confesó la fe católica y pronunció el anatema sobre Manes y sus blasfemias.

San Agustín comienza la búsqueda de la verdad de una manera casi desesperada. Ya a los diecinueve años se pasó al racionalismo y rechazó la fe en nombre de la razón. Sin embargo, poco a poco va descubriendo que la razón y la fe no se oponen, sino que su relación es de colaboración. La fe es un modo de pensar asistiendo, si no existiese el pensamiento, no existiría la fe. Por eso la inteligencia es la recompensa de la fe. La fe y la razón son dos campos que necesitan ser equilibrados y complementados.

Leyó y conoció de memoria muchas obras de filósofos, entré ellas estaban las de Cicerón, Varrón, Séneca, Plotino y Porfirio. Sintió preferencia por los neoplatónicos que ejercieron una gran influencia en él, pero a los que corrigió. Esta predilección se basó en considerarles los filósofos clásicos más cercanos al cristianismo y por haber dado vida a una enseñanza común de la verdadera filosofía. Los principios que componen y en los que se inspira la filosofía de San Agustín son la interioridad, participación e inmutabilidad.



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viernes, 17 de abril de 2009

doctrina cristologica

DOCTRINA CRISTOLOGICA

Gran claridad en la formulación: una persona en dos naturalezas. Defiende la doctrina contra todas las herejías y presenta a Cristo como ejemplo diáfano de la gratuidad de la gracia.

Expresa la unidad de la persona y dualidad de las naturalezas en Cristo de la siguiente manera: Aquel que es Dios es también hombre, y aquel que es hombre es también Dios; no por la confusión de las naturalezas, sino por la unidad de la persona. Esta unión es admirable y la mejor analogía es la unión que se produce en el hombre, la del cuerpo y del alma en la unidad de la persona. En virtud de la comunicación de idiomas Agustín defiende que Dios ha nacido, que Dios ha sido crucificado, que Dios ha muerto.

La iglesia es uno de los temas centrales de San Agustín. La estudió como hecho histórico, los motivos de su credibilidad y como comunión y cuerpo místico de Cristo. Cuando habla de ella se puede referir a la comunidad de fieles, a la comunidad de los justos, o a la comunidad de los predestinados.

Defiende su unidad, catolicidad, apostolicidad y santidad. Asegura que el bautismo es válido también fuera de la iglesia aunque aproveche sólo en ella. La Iglesia se extiende más allá de sus confines institucionales y tiende hacia la eternidad. Es, aunque no exclusivamente, escatológica, pues sólo entonces los pecadores serán separados de los justos.

Soluciona el problema de la presencia de los pecadores en la iglesia diciendo que es un cuerpo mixto y que los pecadores no contaminan las virtudes de los buenos, por eso sigue santa aún a pesar de aquellos. Los pecadores forman parte de la iglesia sólo en apariencia, los justos poseen realmente la justicia, son hijos de Dios. La espiritualidad agustiniana se orienta al culto y amor de la Trinidad, tiene por centro a Cristo, se da dentro de la vida de la iglesia, su tarea es la restauración de la imagen de Dios en el hombre y se nutre de la sabiduría de las Escrituras.

Agustín murió en Hipona el 28 de agosto de 430 durante el sitio al que los vándalos de Genserico sometieron a la ciudad durante la invasión de la provincia romana de África. Su cuerpo, en fecha incierta, fue trasladado a Cerdeña y, hacia el 725, a Pavía, a la basílica de San Pietro in Ciel d'Oro, donde reposa hoy.


doctrina trinitaria

DOCTRINA TRINITARIA

Comienza con la profesión de fe, expone las dificultades e interroga a las Escrituras para responder a aquellas. Estudia la unidad y propiedades de las tres personas divinas, las procesiones y misiones, las operaciones hacia fuera de la Trinidad (que son comunes a las tres personas divinas), propone la doctrina de las relaciones y recurriendo a la imagen de la Trinidad en el hombre, encaminando a éste al amor y a la contemplación de la Trinidad.

Nos explica la igualdad (misma naturaleza) y distinción (distintas relaciones) de las personas divinas y la simplicidad de Dios, por la cual las personas se identifican con la naturaleza divina.

También son suyas la teología del Espíritu Santo y la explicación psicológica de la Trinidad:

  • El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, pero principalmente del Padre, pues el Padre, que es el principio de la deidad, concede al Hijo el expirar el Espíritu Santo, éste procede como Amor y, por tanto, no es engendrado.
  • La explicación psicológica de la Trinidad permite, ilustrar, a la vez, el misterio del hombre, creado a imagen de Dios. Esta imagen sólo la encuentra en el hombre interior y la expresa con esta fórmula: memoria, inteligencia y voluntad.